El gobierno municipal de Avellaneda junto a la Mesa de Emergencia Habitacional emitieron un documento «repudiando» la protesta de los vecinos que armaron carpas en la Plaza 9 de Julio.
El gobierno de Avellaneda y la Mesa de Emergencia Habitacional «repudiaron» la manifestación con carpas en la plaza central de la ciudad.
Es mejor tenerlos viviendo en chozas pero lejos del centro, lejos del «orden y progreso» que representa la plaza rodeada de flores y adornos. La belleza se rompe con la manifestación. No importa demasiado la forma en que se haga. Lo que importa es la ruptura de lo programado.
Los usurpadores de barrio Don Pedro piden una respuesta que ayude a creer en que la solución está siendo buscada. ¿Cuál es la forma de protesta que quiere el poder político e institucional de Avellaneda? Seguramente el que pase desapercibido, el que no resuene en el espacio verde que está rodeado por la representación mas pura del conservadurismo institucional, político y religioso.
La Mesa de Emergencia Habitacional, que poca actividad tiene en la ciudad más que cuando hay alguna protesta que rompe con ese orden establecido mencionado anteriormente.
«Manifestamos que hasta tanto no desocupen la plaza, hemos decidido cortar el diálogo con estos vecinos», dice el insólito documento. Marca a las claras hacia dónde se apunta con el control del poder en Avellaneda. La oposición no podrá decir una sola palabra al respecto porque tampoco hace absolutamente nada para resolver los problemas de estos vecinos y, por si fuera poco, integra la mesa que emite este documento.
También aseguran que «el camino recorrido desde el año 2013 a esta parte, siempre con el diálogo como bandera, ha dado resultados visibles». Pero si protestan el diálogo se corta y tienen que volver a los márgenes de la ciudad y desde ahí hacer el ruido que puedan.
«Repudiamos este hecho y nos ponemos a disposición de los vecinos que deseen pacíficamente buscar soluciones racionales a su problemática», como si instalar una carpa fuera un hecho violento. Violento es no poder acceder a un techo, que dignifique la familia y conforme el calor del hogar. Violento es vivir en una choza, pero seguramente ninguno de los que integran esta mesa puede diferenciar la pobreza del más absoluto abandono.
El silencio del poder político (oficialismo y oposición) también es un hecho violento. La iglesia, que está a pocos metros y que se jacta permanentemente de defender a los más desposeídos, también aplica un aturdidor silencio.