Editorial de Leonardo Rolón en el Semanario Reconquista de este 20 de noviembre.
Enemigos necesarios
Una de las tácticas más viejas para mantener el apoyo y la cohesión de un grupo, es identificar un enemigo. Si se tiene invocarlo a cada momento. Y si no, pues hay que inventarse uno. Tener un enemigo, real o imaginario, también es útil para llamar o desviar la atención, según la necesidad.
El pensador y novelista italiano Humberto Eco, va más allá. Dice en un ensayo que todo el mundo necesita tener un enemigo: los países, los sistemas e incluso cada uno de nosotros. El enemigo es una figura imprescindible, dice Eco, un antagonista que nos permite definir nuestra identidad y medir nuestro sistema.
Estoy parcialmente de acuerdo. En mi caso, y estoy seguro que de la mayoría de personas, no necesito enemigos para definir mi identidad. Pero sí creo que ciertos gobiernos y sistemas sí. Algunos ya los tienen otros se los inventan. Estados Unidos, por ejemplo, encontró en la Unión Soviética, por años, al enemigo perfecto. El “Imperio del mal”, como lo llamó el presidente Ronald Reagan era el antagonista exacto. Una vez desapareció, el mundo parecía un ring con un solo boxeador.
Hasta que apareció Bin Laden y su grupo. Al Qaeda e Isis, no son tan sofisticados como lo fue la Unión Soviética pero algo es algo. Hugo Chávez y Nicolás Maduro, hicieron todo lo posible por hacer del “imperialismo yanqui” a su antagonista. Si a Cuba le iba bien con ese discurso, pues a ellos les iría igual. Pero lo cierto es que Estados Unidos nunca tomó en serio a Chávez y mucho menos a Maduro.
En el Salvador alguien se inventó la frase “La derecha oligárquica”, para referirse al partido ARENA y al grupo de empresarios más tradicional del país. La ocurrencia evoca a la vieja oligarquía cafetalera, las míticas 14 familias, un grupo que tuvo una fuerte influencia política en décadas pasadas.
Pero El Salvador dejó de ser una potencia mundial en exportación de café hace más de 40 años. Y de aquellas familias ligadas a su cultivo en gran escala, no quedan más que unos cuantos apellidos sin la influencia que en su momento tuvieron. Los grupos que surgieron como la nueva élite entre los setenta y la actualidad ya poco o nada tienen qué ver con el café.
Esta relativamente nueva generación de grandes empresarios está enfocada en áreas de negocios que demandan dos cosas: empleados altamente cualificados y bien pagados y un mayor poder adquisitivo de la población para poder vender los bienes y servicios que producen. Sin embargo el partido oficial, sus aliados y sus “analistas” siguen hablando de derecha oligárquica más en alusión a la vieja oligarquía cafetalera que a estos nuevos grupos.
Y así podríamos seguir generando miles de ejemplos de personas o gobiernos que buscan sostener a sus enemigos por la pura necesidad de tener a los enemigos de estos como amigos propios.
El gobierno de Enrique Vallejos comenzó con esta idea en un momento. Enemistarse con el gobierno provincial parecía la clave de un gobierno que generaría adeptos rápidamente. Es que el socialismo que apenas ganó por mil votos las elecciones parecía débil y frágil. Pero lo cierto es que ese escuálido enemigo se posicionó rápidamente y logró sumar adeptos con algunos programas que, en principio sonaban a promesas, pero que lentamente fue dando avances importantes.
Es así como Vallejos quedó con un enemigo claro, pero fuerte y decidió sumar más enemigos para poder conseguir otros adeptos.
Se peleó con algunos periodistas y sumó a sus filas a los críticos de estos. Se enfrentó a algunos políticos locales y sumó a otros más y así fue buscando enemigos para ir sumando amigos.
El último enemigo público que buscó el Intendente Enrique Vallejos es el Senador Orfilio Marcón. Un hombre que, merecido o no, tiene una enorme aceptación en todo el norte santafesino y que hasta ahora nadie había querido enfrentarse.
Vallejos está dispuesto a sumar a los enemigos de Marcón como aliados propios. Habrá que esperar a que el tiempo diga si esto le costó caro o fue provechoso para la opaca perla del norte santafesino.