Una comitiva provincial observó en Europa e Israel cómo funciona el sistema informático que define el movimiento operativo de la policía.
Rivas es una ciudad de 90 mil habitantes ubicada a 15 kilómetros al sudoeste de Madrid. La mayoría de los policías allí son mayoritariamente de proximidad, es decir, municipales. Cada uno va equipado con un teléfono inteligente con el que tiene acceso a una base única de datos. Si se decide a hacer una identificación en la calle le basta posar el pulgar de la persona requerida en un dispositivo de su patrulla. Así puede saber en el acto si tiene requerimientos penales de manera de dejarlo ir u operar la detención. Su decisión quedará registrada de modo inalterable en el sistema informático para despejar cualquier eventual duda de su accionar.
La base de datos con la que trabaja la policía española es muy amplia. La información se concentra en un comando central en los que un software agrupa los diferentes delitos que se van reportando desde la calle, a los que clasifica según su tipología, la zona en la que se producen, los horarios, sus autores. Con ello se producen mapas de calor que permiten desarrollar modelos predictivos. Esto significa que de manera automática, en base a la estadística, se anticipa cuáles son las zonas en las que es más probable que ocurra determinado ilícito, de manera de generar una forma racional de abordarlo.
Si la policía sabe en qué área puede haber un delito los criterios operacionales se toman en base a eso. Los patrulleros no giran por el territorio a lo loco sino por lo que prescribe un macizo de datos trabajados con la inteligencia analítica de un sistema informático. Esos datos vienen de los llamados al 911, de las denuncias al sistema policial y a las fiscalías. También de la información aportada por las videocámaras urbanas, datos socioeconómicos y de la base policial.
Las zonas, las acciones
Todos estos datos, trabajados en un intervalo temporal de observación, permiten identificar las zonas más propensas a que se produzcan hechos delictivos. Cuando en Rivas se produce el robo a una viviend los policías cotejan el caso con informes de esa zona sobre los delincuentes que actuaron en ese barrio.
Los incidentes se vuelcan en un catálogo de hechos de la base informática. Con eso se hacen los mapas con los que la policía de Rivas elabora motores de acción. Eso mismo pasa en la Policía Nacional de Madrid. Los mapas de riesgo o calor ayudan a descubrir y visualizar patrones de comportamiento. Con eso se deciden las operaciones policiales pero, además, se planifican los próximos turnos de trabajo de la fuerza de seguridad.
Para las mayores ciudades de la provincia de Santa Fe ya está en plan de implementación un sistema que tiene criterios de funcionamiento semejantes. El modelo predictivo permitiría por ejemplo avisar dónde en qué zona y en qué momento se producen más entraderas o robos de vehículos de la vía pública. Pero no resuelve problemas más graves para los que se necesita profunda inteligencia criminal. Por ejemplo para descubrir y contener las causas profundas del conflicto que este año provocó doce muertes en el complejo municipal de Grandoli y Alice, zona conocida como el Fonavi de Pimpi (ver página previa). O la escalada de atentados homicidas ligados a Newell\’s.
Tecnología, un aporte
Las herramientas tecnológicas son aportes útiles a condición de no celebrarlas con ingenuidad. Lo que decide la capacidad de control del delito son los modelos de política criminal y no el instrumental que se utiliza. No obstante pueden servir para generar una previsión y para volcar al territorio recursos policiales de manera eficiente.
«A veces tenemos quejas de ciudadanos que nos dicen «por acá no se ve la policía». Solemos responderles «es que por aquí no hay delito». Lo decimos en base al registro informático que podemos demostrar. Con este modelo se terminó el patrullaje en base a la influencia del que lo pide. No ponemos un coche en una calle porque lo pide un concejal. Decidimos apostar personal cuando se ve que los mapas nos definen que la zona lo amerita. Lo bueno es que esto se le puede mostrar al vecino», dice Florentino Villabona Madera, comisario general de la Dirección de Policía Nacional en Madrid.
«Lo que a veces la gente piensa de lo que está pasando no coincide con lo que está pasando. Pero si no eres capaz de demostrar lo que está pasando no puedes debatir con la población con argumentos razonables. Para discutir con autoridad hay que ser capaz de convencer, con instrumentos fiables, que el Estado maneja la información de lo que ocurre. Si un vecino te dice que robaron tres veces en su cuadra eso se puede verificar al instante. Si es verdad tiene un problema la policía. Pero si están azuzando con un hecho incierto le puedes demostrar al vecino que eso no es cierto, lo que te posiciona en un lugar de autoridad. Este sistema de información predictivo produce el efecto de dar racionalidad a la discusión pública», dijo el alcalde de Rivas, Pedro del Cura Sánchez, del partido Izquierda Unida.
Cómo patrullar
En Rivas y en Madrid ese esquema de vigilancia predictiva se complementa con la acción de las patrullas que están todo el tiempo en la calle en sus cuadrículas. La idea rectora es que los móviles que deben operar sean transferidos no desde comisarías sino desde el cuadrante más cercano desde el que están patrullando. El patrullaje empieza a basarse no en el criterio intuitivo de un oficial a cargo, como el jefe de la comisaría, sino en una lógica estadística que reúne la información en tiempo real y es compartida, mediante el sistema informático, por todas las patrullas.
«Lo que fuimos a hacer a Madrid y Paris fue ver como funcionan otras fuerzas desde el punto de vista operativo para seguir el ejemplo tratando de reducir el margen de error», dice Martín Pullaro, subsecretario de Tecnología del Ministerio de Seguridad provincial.
Otra realidad
Claro que con una realidad muy distinta. Las policías de Paris, Madrid y Haifa Israel son superprofesionalizadas, por un lado. Y además el tipo de delincuencia que enfrentan, dicho por ellos, es mucho menos agresiva que la de Santa Fe. En Madrid este año, en una ciudad de tres millones de habitantes, hay dos homicidios. La inmensa mayoría de los delitos contra la propiedad son cometidos por personas que no llevan armas de fuego. No hubo en Madrid este año un solo caso de enfrentamiento entre ladrones y fuerzas de seguridad. Los ilícitos más graves que afrontan a nivel de bandas son robos fugaces de organizaciones llegadas de Georgia o de Bulgaria, que cometen atracos en domicilios. «Tienen un sistema muy ingenioso de vulnerar cerraduras sin violentarlas. Producen una veintena de robos en tres días y vuelven a sus países de origen», dijo Villabona.
Lo mismo pasa en Haifa, tercera ciudad de Israel, donde LaCapital hizo la semana pasada una visita a su policía. En un municipio de 380.000 habitantes sólo se registró en lo que va 2016 un homicidio. Pese a que la población civil está altamente armada son por completo infrecuentes los incidentes urbanos con armas. Los problemas de seguridad interna son robos a viviendas tipo escruches. Hace años que no hay enfrentamientos entre civiles y efectivos policiales.
¿Es aplicable este modelo en la provincia? La abismal diferencia de escala del delito no necesariamente supone una respuesta negativa. Los delitos predatorios o groseros (arrebatos, cobro de peaje, robo a mano armada) se pueden controlar en base a vigilancia predictiva. Y estos son en notoria proporción los que causan mayor fatiga moral y alarma en la ciudad. Pero para las tramas más complejas —violencia crónica en barrios tomados por el predominio de bandas o los homicidios seriales en núcleos cerrados como los clubes de fútbol— esto no es solución. La respuesta pasa por la colecta de datos de calidad en base a inteligencia criminal rigurosa. Eso se hace con un método de largo plazo que reúne a agencias múltiples (Catastro, Salud, Niñez, Policía, Ministerio Público de Acusación) e investigadores en el terreno.