Columna de la psicóloga Lucrecia Cripovich en Semanario Reconquista.
Cuando se pierde un ser querido, ya sea simbólicamente o real, resulta muy doloroso y esto conlleva a un proceso de recuperación que puede tardar de semanas a años, según el vínculo, el aprecio, las circunstancias de la perdida y la capacidad de la persona para seguir adelante.
Cuando hablo de pérdida real, me refiero a la muerte de un ser querido, donde la pérdida se hace imposible de revertir. Lo que lleva a que el duelo se centre en los recuerdos de esta persona. Una persona que desapareció de forma física, pero sigue en forma de pensamiento. Ahora, cuando hablo de perdida simbólica, me refiero a la perdida por separación, por ejemplo la rotura de un noviazgo, un divorcio, la separación definitiva por la distancia o por una pelea imposible de perdonar. Puede ser entre novios, amigos o familiares. La pérdida es simbólica, porque en la realidad siguen existiendo – se pueden ver o reencontrarse – pero ya no se vinculan. Existen en forma de recuerdos, pero encontrados con los pensamientos actuales del mismo.
Cualquiera de las dos formas son situaciones dolorosas que debe transitar una persona que se encuentra en un proceso de duelo.
El duelo tiene varias etapas. Primero aparecen sentimientos de enojos, de rebelión, de rechazo, ira, que nos ayudan como mecanismos de defensas para que nuestra psiquis pueda resistir ese primer impacto.
Luego viene el miedo, con las preguntas ¿Cómo voy a hacer ahora? O ¿Qué va a pasar? En esta etapa es cuando uno más puede ayudar a una persona en duelo, ya que allí se la puede contener, conversar y ofrecerle acompañamiento.
Luego aparece la etapa de tristeza, que es donde se toma total conciencia de la perdida. En esta etapa, que suele ser la más difícil de superar, pueden surgir las depresiones, las crisis de angustias, etc. Aunque, si en la etapa anterior se tuvo un sostén fuerte, esta etapa suele llegar con otras herramientas emocionales que le pueden ser útiles para superarla de una forma más fácil. Pero si uno alerta que se sostiene por mucho tiempo o que corre peligro su vida, hay que buscar con urgencia ayuda profesional.
Después viene la aceptación, es cuando aceptamos que esa pareja no nos hacía bien, que no siempre todos nos tienen que querer, que hay un ciclo en la vida que es imposible de alterar y todos morimos en algún momento.
Y finaliza encontrándose a sí mismo, pudiendo aprender algo positivo o negativo de la perdida para seguir adelante y sobre todo crecer. Se crece emocional, espiritual y vivencialmente.
Por eso es importante, ante una pérdida, conocer y saber que estas duelen (y mucho) pero que no deben ser un impedimento para seguir adelante y poder terminar el proceso de duelo. Aceptar el dolor, darnos lugar a sufrir y llorar si lo necesitamos. Así como también, dejar llorar o sufrir a alguien que lo necesite.
En estos tiempos que corren, todo lo que se enseña es que no hay que estar tristes, sino que uno debe mantenerse siempre feliz, activo, con mucha energía. Pero esto no es real, uno debe dejar fluir sus verdaderas emociones tal cual se nos presentan, e intentar superarlas.
No siempre las personas más alegres son las más felices.
Por eso, si te sentís mal, acéptalo y busca ayuda para transitar el duelo y si te toca del otro lado, cuando ayudes a una persona en este proceso, acompáñalo, escúchalo y deja que pueda sacar toda su tristeza interna, respetando todas las etapas que tenga que pasar.