Tiene 9 años y tomó 10 pastillas de Clonazepam para suicidarse. La nena le contó a la mamá que los chicos le dicen «gorda», le tiran frutas, la empujan y agreden a diario.
Llora desde el principio al final del video. La mamá, también. La nena tiene 9 años y va a cuarto grado en una escuela pública del barrio Pompeya. La semana pasada estuvo internada en el hospital Mira y López porque tomó 10 pastillas de Clonazepam de 2 mg con la intención de matarse.
Con impotencia, bronca, dolor y miedo, la madre decidió publicar en las redes sociales un video en el cual le pregunta a su hija qué ocurrió. Con la intención de preservar la identidad de la nena y no revictimizarla, este medio no publicará las imágenes ni sus datos personales.
Este es el diálogo entre madre e hija en los primeros segundos del video:
—En la escuela me dicen gorda. Me ponen la traba y cuando me caigo me gritan «¡terremoto!». Me tiraron manzanas, frutas. Me dicen gorda y yo no quiero… ya no quiero vivir más.
—¿Qué hiciste? ¿Le contaste a tus profesores?
—Les conté y nos retaron a nosotras y a los varones no les dicen nada…
—¿Dónde estuviste estos días?
—En el hospital.
—¿Qué te pasó?
—Me quise matar.
—¿Cómo?
—Con pastillas.
En la primera frase se sintetiza, para quienes aún no comprenden la gravedad del bullying, las consecuencias que tiene, en este caso, para una nena de 9 años de la ciudad de Santa Fe.
Cómo ocurrió
El martes de la semana pasada, Angie volvió de trabajar y encontró a su nena muy exaltada y agresiva, con un comportamiento opuesto al que suele tener. Mientras ella estaba en su lugar de trabajo, la pequeña quedó al cuidado de sus dos hermanas, una de 11 años y otra de 16. Al darse cuenta de lo que ocurría, trasladó de urgencia a la menor al hospital Mira y López, donde le realizaron un lavaje gástrico. También tuvo atención psiquiátrica y, a partir de mañana, psicológica.
Pasado el primer momento de angustia y con la certeza de que su hija ya se encontraba mejor de salud, se dirigió a la escuela. Allí señala que la recibió una directora y que le hicieron firmar un acta, donde relataba lo sucedido. «Yo ya tomé la decisión de cambiarla de escuela. El lunes (por mañana) me voy a presentar en la Regional de Educación con la historia clínica de mi hija», señaló.
«A raíz del video que publiqué, me empezaron a llamar otros papás para contarme situaciones que sus hijos les habían trasladado. Incluso mi hija me dice que hay otro nene en su mismo grado en la misma situación y sufriendo», agregó.
Luego se refirió a lo que considera una doble victimación de su hija, «ante la falta de respuestas y contención de los docentes, porque ella tiene que cambiar de escuela y los agresores van a seguir como siempre. Es así de injusta la vida, ella ama a sus compañeras, pero yo siento que no la puedo dejar más en manos de nadie ahí. A ella le va a costar cambiar, porque va desde el jardín. Y a mi hija de 11 también la voy a cambiar,. Las dos van a perder a sus compañeras de toda la primaria por una situación injusta», acotó.
Ante lo ocurrido, esta mañana Angie decidió llevarse a su hija al trabajo. Todo cambió en la familia a partir de lo ocurrido. La mamá transmite dolor en cada palabra de sus respuestas. Mientras habla, explica: «Yo ya no quiero que me vea mal. Cada vez que lloro, ella me pide perdón por lo que hizo y eso me estruja peor el corazón».
Es una historia que hoy sale a la luz en Santa Fe, pero que se repite en miles de aulas de todo el país. La intención de darlas a conocer es concientizar no solo a los docentes, sino también a las familias. La mirada y el oído deben estar en los chicos, en su educación contra la violencia en todos sus sentidos –uno de ellos, la discriminación.
No se trata de juzgar chicos, quienes por lo general repiten patrones de los adultos que los rodean; ni de castigar con comentarios anónimos a los padres de las víctimas y a los docentes. Se trata de empezar por casa y hablar con los chicos; de darle tiempo al tema en el aula a conciencia; y de procurar entre todos, más infancias felices y menos violentas.