Opinión. Por Marcos Ciani.
¿La educación nos hace libres? Me hubiese gustado poner de entrada los signos de pregunta. Ya en el titulo mismo. Sin embargo justo antes de hacerlo, me puse a pensar: ¿Quién puede estar en desacuerdo con semejante afirmación? ¿Acaso existe quien niegue que una persona educada corre con ventaja en la vida?
Rápidamente entendí que no. Estoy seguro de que no hay persona capaz de refutar esto. Es más, estoy convencido de que el 100% asiente y respalda la frase cada vez que la escucha. Ahora, la mayor pregunta a esta hermosa máxima es: ¿estamos ayudando a ser libres a nuestros educados?
Bueno, claramente no. Estamos atrapados en un laberinto de desprecio. Por un lado esperamos un buen futuro para nuestros hijos, mientras al mismo tiempo estamos festejando con un cartelito la muerte del “hippie mugriento ese”. Queremos que crezcan mentalmente sanos pero celebramos la desgracia de 44 “milicos de mierda”.
Peor aún, nos ponemos a comparar qué muerte es más o menos importante. Quién malgastó su vida y quién la aprovechó realmente. Las redes sociales han repartido martillos de justicias imaginarios y a todos nos encantó la idea. Importa un comino quién nos lea y qué causemos en el otro con nuestras opiniones.
Las tragedias nos exponen, nos dejan desnudos ante todos. Y mucho más por estos tiempos, lo que antes decíamos en casa y nadie se enteraba, de repente lo saben en todos lados. Quizá aún no nos hayamos dado cuenta. Quizá nuestra inconsciencia está jugando al ajedrez cuando nosotros todavía seguimos paveando con las damas.
Santiago Maldonado era una persona que luchaba por lo que le parecía justo. Al igual que las 44 personas que tripulan el Submarino ARA San Juan (tripulan hasta que se demuestre lo contrario). Si estamos de acuerdo o no con lo que estas 45 personas entienden por justicia importa casi nada.
Lo único seguro es que los 45 hicieron algo por sus creencias, cada uno desde su lado. Cada uno con sus pareceres y formas. ¿Quiénes (o qué) somos nosotros para festejar la muerte, o relativizarla o menospreciar sus vidas? Claro que nadie, y mucho menos si lo único que hicimos para defender nuestra ideología fue compartir un cartelito de Facebook que nos pareció apropiado.
¿Y a quién le echamos la culpa de todo este pesar? Pues la culpa es toda nuestra. Culpa tenemos de no respetar absolutamente nada. De hablar solo porque es gratis. De no preguntar. De no informarnos (seriamente). De no dudar y repetir. Tenemos la culpa de faltar a la educación.
Porque no estamos enseñando a ser libres a nuestros hijos, si leen que está bien que se haya muerto el “mugriento” o los “vigilantes”. Estamos preparándolos para la cárcel, la cárcel del odio y de los prejuicios. Esa que, una vez adentro, es muy difícil que podamos salir por nuestros propios medios.
Quizá por lo atractiva que resulta. Odiar por odiar, solo por el hecho de pensar o actuar diferente. Solo porque nos dijeron que hay que odiar.
Cuando alguien que amamos nos dice que tenemos que hacer tal o cual cosa, mucho más aun sin saber casi nada de la vida… ¿cómo hacer para desobedecerlo?
La solución es clara. Y depende de cada uno de nosotros. Tengo un amigo que suele decir que cada vez que tira un papel en el cesto es “uno menos que ensucia la calle”. Bueno, la ecuación es la misma, cada uno que cambie su forma de expresión será uno menos que lleve a la cárcel a quienes están a su cargo. Yo hace tiempo que lo intento, aunque reconozco que cada tanto confundo un alfil con una ficha de dama.
Opinemos, demos nuestros puntos de vista. Expongamos nuestras ideas. Lo único que necesitamos imperiosamente, es hacerlo con educación, con respeto y sobretodo con fundamentos. Respeto a todos en general, pero más aún, a quienes estamos enseñando a “ser libres”.
Texto: Marcos Ciani.
Imagen: «Tigre». (Fuente Internet)