El affaire de Cambridge Analytica evidencia que la red social no es confiable en cuanto a resguardar los datos privados de sus usuarios.
A una semana de la denuncia periodística que develó que la consultora británica Cambridge Analytica usó datos de 50 millones de usuarios de Facebook con fines de marketing políticos, la red social reconoció «errores», sumó demandas en Estados Unidos y Europa y anunció cambios de seguridad en su plataforma. Pero la situación de Facebook es cada vez más comprometida, ante la evidencia de que los datos personales de sus usuarios pueden ser filtrados para manipular elecciones o para otros fines igualmente ilícitos. Está en duda la sobrevivencia misma de Facebook y las próximas semanas serán decisivas para la empresa creada por Marck Zuckerberg. Más allá de la fase estrictamente legal, queda el daño causado entre los usuarios de la red social más popular (tenía 2.127 millones en enero de 2017). La confianza es un valor difícil de reconstruir, señalan los expertos.
Políticos de ambos lados del Atlántico apuestan por endurecer la regulación. Los inversores se deshacen de las acciones de Facebook. En Twitter circula el hashtag «#deletefacebook» (borra Facebook), que fue retomado, entre otros, por el cofundador de Whatsapp Brian Acton, quien vendió ese servicio por 22.000 millones de dólares a Facebook. El viernes se sumó el influyente empresario Elon Musk, quien sacó a sus dos empresas estrella, Space X y Tesla, de la red social.
Todo esto señala que la opinión pública está unánimemente contra Facebook, como nunca antes lo estuvo, pese a que no es la primera vez que la red social es acusada de falta de confidencialidad de sus datos. El ex inversor de Facebook Roger McNamee alerta sobre el hecho de que si la compañía no reacciona, los usuarios le darán la espalda. El profesor de la escuela de negocios Wharton Michael Useem cree que es un «momento catastrófico» para la compañía. El miércoles, Mark Zuckerberg admitió que la gigantesca red social que dirige «cometió errores» y se vio involucrada en un «abuso de confianza».
Lo ocurrido es una filtración masiva de datos personales a favor de una consultora, Cambridge Analytica, que a su vez los vendió o utilizó en la campaña electoral de Donald Trump en 2016. Sin el consentimiento de los usuarios, obviamente. Facebook no comparte ni vende esos datos, pero sí dejó que los propios usuarios proporcionen esta información para un trabajo académico de la Universidad de Cambridge, Inglaterra. El profesor Aleksandr Kogan, titular de Cambridge Analytica (que formalmente al menos no tiene vinculación con la famosa universidad) puso en funcionamiento una «app» en Facebook de predicción de personalidad con una encuesta que prometía a los usuarios un perfil psicológico. Unos 270.000 personas descargaron la encuesta según Facebook. Lo que no sabían era que sus datos iban a parar directamente a Cambridge Analytica para la creación de «perfiles psicológicos», junto con informaciones de los perfiles de sus amigos de Facebook, como por ejemplo «likes» e intereses. Todo ello sin el conocimiento de los usuarios. Facebook ya había restringido en 2015 este acceso a la interfaz de los perfiles de «amigos». Cuando el mismo año la compañía se enteró a través de la prensa de la actuación de los analistas de datos, pidió a los usuarios que borraran las informaciones. La cosa parecía estar controlada.
Pero hace una semana salió a la luz la impactante cifra de 50 millones de usuarios afectados. Según el diario The Guardian, por cada persona que participó en la encuesta una media de 160 usuarios de Facebook fueron a parar a Cambridge Analytica. La compañía intentó tomar la iniciativa antes de que la noticia saltara a los medios y excluyó a Cambridge Analytica. El miércoles Zuckerberg manifestó: «Este fue un abuso de confianza entre Kogan, Cambridge Analytica y Facebook. Pero también fue un abuso de confianza entre Facebook y la gente que comparte sus datos con nosotros y espera que los protejamos. Debemos arreglarlo», añadió. En una declaración subida a su página de Facebook, Zuckerberg delineó planes para, entre otras cosas, auditar «apps» sospechosas e introducir una herramienta para que los usuarios vean cuáles «apps» tienen acceso a sus datos y revocarles fácilmente el permiso.
Desde entonces las cosas no hicieron más que empeorar para la empresa de Zuckerberg. Accionistas le iniciaron demandas judiciales por el daño patrimonial que sufrieron al caer la acción de la empresa en la Bolsa, y usuarios lanzaron juicios colectivos (class actions) por la violación de su privacidad. Tanto el Parlamento británico como el Congreso de Estados Unidos van a estudiar el asunto, y el Capitolio la citó a Zuckerberg para interrogarlo en audiencia de comisión.