El funcionario se fue luego de anunciar un nuevo tarifazo que todavía puede resultar peor. Gustavo Lopetegui no le recortaría los subsidios al grupo, sólo postergaría el cobro. Pero le fijaría nuevas reglas para cuando compita con el gas subvencionado.
Javier Iguacel salió de la Secretaria de Energía menos de 24 horas después de haber anunciado un aumento del 55% en tarifas de luz y del 35% en gas, lo que suscita interrogantes sobre esos anticipos.
De todos modos, en julio, pocos días luego de asumir, también prometió subas que luego fueron superadas en la realidad, y se pasó los seis meses de gestión asegurando que los futuros incrementos seguirían la inflación, aunque nunca dijo si se trataba de la inflación pasada o de la proyectada. Y en su última aparición tampoco explicó cuánto de las alzas proyectadas corresponderían a cada segmento de los que conforman la tarifa final (producto, transporte y distribución), lo que deja lugar para cambios posteriores.
Las inconsistencias del exfuncionario quedaron en evidencia sobre todo por el afán de hacer declaraciones on y off the record, y le depararon fuertes críticas desde las empresas petroleras, como cuando afirmó que habría precios sugeridos para los combustibles, una iniciativa inviable si el mercado está desregulado que efectivamente no pudo concretar.
Su salida permite recordar que fue nombrado de apuro cuando el Gobierno quiso descomprimir el clima adverso en el público por la crisis cambiaria echando a Juan José Aranguren. El único antecedente de Iguacel en energía era su paso por Pluspetrol, donde tuvo actividades no vinculadas con la producción, y su desconocimiento lo llevó a errores menores como afirmar que usar nafta premium es como comprar el jean más caro porque es de marca, hasta importantes como inferir que la reducción de costos en la industria petrolera se iba a traducir rápidamente en menores precios, como si se tratara del mismo esquema que en una obra vial.
Sobre el despido de Iguacel se especuló mucho durante el fin de semana, cuando probablemente se trate sobre todo de una cuestión de imagen política. Se afirmó que el ex funcionario se resistía a reducir los subsidios al gas que benefician casi exclusivamente a Techint, pero es muy difícil creer que el ministro Nicolás Dujovne o el nuevo titular de Energía, Gustavo Lopetegui, arrasen con contratos firmados por más presión del FMI que haya para reducir el déficit fiscal.
Lo más probable es que se abra una renegociación que sumará más deuda para el próximo gobierno, tal como ya pasó con la diferencia a favor de las petroleras por el impacto de la devaluación sobre el gas consumido en el último invierno.
Puede ser, sin embargo, que haya nuevas reglas para que Techint no distorsione el mercado del gas ofreciendo precios más bajos a las generadoras o los grandes usuarios, amparada en que el Estado le cubrirá la diferencia entre lo percibido en la venta y el precio subsidiado de u$s7,50 por unidad (u$s7 en 2019).
Ese es el planteo más fuerte hecho en los últimos días por YPF y otras productoras no beneficiadas por los subsidios. Por eso puede ser también que para negociar con Techint haya sido necesario reemplazar a Iguacel por Lopetegui, más que por un tema de aptitudes, por lo que simboliza el nuevo secretario en el entramado del gobierno de Mauricio Macri. De todas formas, nadie puede creer realmente que las equivocaciones que ahora se le adjudican a Iguacel fueron solo de su autoría. Dijeron este fin de semana que el funcionario se equivocó al despedir el barco regasificador de GNL importado porque en abril habrá que contratar otro. Pero el acto estuvo encabezado por el Presidente que interpretó el hecho como el fin de la dependencia del gas importado que surgió del anterior gobierno. Fue en la práctica un hecho político pergeñado por los gurúes de la comunicación que encabezan Peña y Durán Barba.