Las mediciones que manejan en el Gobierno arroja un dato revelador: si la votación fuera hoy, el oficialismo perdería Buenos Aires por unos 10 puntos. En Casa Rosada, las velas están prendidas para que la actividad económica continúe en recuperación.
Las últimas mediciones que permanentemente vienen realizando en la Casa Rosada sobre las perspectivas electorales arrojan un dato muy preocupante para el gobierno de Cambiemos: si la votación fuera hoy, el oficialismo perdería la provincia de Buenos Aires por unos 10 puntos.
El dato encuentra justificación en que en el conurbano bonaerense es dónde se concentran los mayores bolsones de pobreza. En tren de encontrar explicaciones, en el equipo de gobierno hay quienes admiten aunque en voz baja que, a la luz de estos números, fue un error no haberle permitido a la gobernadora María Eugenia Vidal desdoblar las elecciones. Es que la mala imagen del gobierno afecta la intención de voto hacia Vidal ya que su imagen positiva es mayor que la de Macri.
El temor a perder la provincia más importante del país ya estuvo implícito en la elaboración de la lista de candidatos, según evalúan analistas políticos. Por esta razón – sostienen – es que la conformación fue “cerrada”, es decir sin mayor apertura a la oposición, para que Cambiemos se fortalezca en el Legislativo provincial ante una eventual derrota. Y muestran como contraste la integración de las listas en la Ciudad de Buenos Aires, donde Horacio Rodríguez Larreta tuvo una actitud más abierta, convencido de que triunfará por un amplio margen.
En cuanto a las elecciones nacionales, en el entorno presidencial se realizan especulaciones en torno de cómo podría ser el resultado de las primarias. “Sería bueno que no perdamos por más de 5 o 6, a lo sumo 8 puntos, porque una mayor diferencia podría poner nerviosos a los mercados”, se sinceró un hombre cercano al Presidente.
Dicho de otra forma, creen que una diferencia de 9 o más puntos podría provocar nuevas presiones sobre el dólar, generando subas en la divisa, presionado de esta forma sobre los precios y abortando, en consecuencia, la incipiente recuperación de la economía que los funcionarios están empezando a vislumbrar.
Por lo pronto, las velas están prendidas para que la actividad económica continúe en recuperación. En este contexto parece aceptado en el gobierno que el dólar deberá quedar “planchado”. “Con peso apreciado se gana, con devaluación se pierde” confesaba un funcionario redescubriendo la vieja receta que facilitó el triunfo de Cambiemos en 2017 y de muchos otros gobiernos antes, en lo que se dio en llamar el “populismo cambiario”, es decir un dólar retrasado que alienta el consumo y permite ganar elecciones, a costa de comprometer el futuro.
Que el dólar se quede relativamente quieto es clave para que tengan efecto las subas salariales del orden del 3% mensual contra una inflación que rondaría el 2%. Y el gobierno acompaña con medidas como los créditos de la Anses o la extensión de planes de compras en cuotas.
“Con estabilidad se puede ver lo que hicimos, como la mejora en la institucionalidad (recuperación de la credibilidad de las estadísticas del INDEC), la lucha contra el narcotráfico y la corrupción (baja en el costo de las obras públicas) o la construcción de cloacas”, señalaba a ámbito.com un importante funcionario anticipando los ejes de campaña.
Sin embargo, agregó, “por más que les dimos la reparación histórica, va a ser difícil conseguir votos de los jubilados y de la población en general si los ingresos no alcanzan para comer”. Además, ven como el voto joven -entre 16 y 35- que está mayormente concentrado en los centros urbanos como el zona metropolitana, se inclinan por fuerzas políticas de la oposición.
Hay quienes dentro del gobierno de Cambiemos creen que será posible ganar las elecciones porque “la vara que tenemos que superar es baja”. Es que en realidad, la decepción con el gobierno de Macri lleva a pensar que donde mejore la economía puede volver a recuperarse un “poco de esperanza en la gestión de Macri”.
Además, se defienden argumentando que más allá de los hechos de corrupción del gobierno anterior los “datos terribles como que la mitad de los chicos sean pobres no es producto de este gobierno, sino de años de decadencia”.
En esta línea, confían en la Casa Rosada que, de la mano de la recuperación económica, la ciudadanía esté dispuesta a darles “una segunda oportunidad”, a pesar de los errores cometidos y, en privado, algunos reconocen que se pagó un alto costo de aprendizaje.
Dentro del Gobierno hay un ala que considera que “es muy difícil gestionar sin hacer política” e indican que este fue un uno de los errores que cometió Macri. Son conocidos los mensajes públicos argumentando que el macrismo es “la nueva política”, despreciando a los políticos y dirigencias en general a los cuales acusaban de ser responsables de 70 años de decadencia de la Argentina.
Quienes critican dentro del propio gobierno a esta postura, sostienen que los acuerdos con otras fuerzas políticas son necesarios y que la administración de Cambiemos se limitó a gobernar dentro de su zona de confort, sin generar la empatía que es necesaria para asegurar la gobernabilidad.
El miedo
Es por esta razón que algunos consideran que la convocatoria a un peronista como Miguel Ángel Pichetto para integrar la fórmula oficial con Mauricio Macri, fue fruto más del “espanto” que del “amor”. Es decir, el temor a perder las elecciones llevó a una actitud de apertura.
Los mercados recibieron bien la noticia. Pichetto es un hombre que no aporta votos, pero que ayudaría a la racionalidad política si Cambiemos logra renovar mandato. Después de todo, consideran que será necesaria una ardua negociación con la oposición para llevar adelante reformas clave como la impositiva, laboral o previsional.
Pero también está claro que dentro del propio gobierno hay disconformes con esta apertura. “No es bueno salir de un incendio montado en un tigre” dice un proverbio chino que algunos recordaron anticipando que la designación de Pichetto podría generar en el futuro una competencia impensada al poder del Presidente.
Por lo pronto, el ala más “pura” de Cambiemos pudo tener su revancha en la conformación de las listas de candidatos, en las que se observa una magra representación de otras fuerza políticas.
Así, quedaron heridos, comentan en la Casa Rosada, como Emilio Monzó, un dirigente que aportó a la gobernabilidad, sostienen los acuerdistas, y que ahora se va del gobierno y que no ha podido dejar propia tropa en las listas de candidatos por la provincia de Buenos Aires.
Esto lleva a algunos políticos de Cambiemos a criticar lo que consideran la falta de “premios y castigos” en la gestión, algo que no deja de ser curioso para un elenco gubernamental que proviene en buena medida del sector privado, en donde las empresas suelen guiarse por este método.
Al caso de Monzó agregan otros como la salida de Luis «Toto» Caputo del Banco Central pese a que después el gobierno terminó aplicando las medidas por él sugeridas y que le significaron la expulsión de la conducción monetaria. Por el contrario, afirman, “en este gobierno el que comete errores no tiene sufre ninguna consecuencia”.
En síntesis, el sector del gobierno que cree en la necesidad de una mayor apertura, considera que el próximo gobierno de Cambiemos debería tener una posición más abierta, integrando por ejemplo al equipo ministerial a dirigentes como, por ejemplo, el gobernador Juan Manuel Urtubey. Pero hasta ahora son conjeturas y el final comenzará a develarse en agosto cuando se realicen las elecciones primarias.