En la pulseada por la ley de gastos de la provincia los senadores justicialistas pusieron a prueba el liderazgo de Omar Perotti. Con la tregua que permitió la sanción del Presupuesto 2020, la recia pulseada entre el gobernador entrante y el grupo encabezado por Armando Traferri no termina.
Se necesitó de dos dirigentes políticos con mucho pavimento, con vocación de comprender no solamente los motivos propios sino las razones del otro y curtidos en el diálogo para destrabar en conflicto. El acuerdo del jueves pasado se dio de manera decisiva gracias a dos actores que se movilizaron en un plano sigiloso para aprobar la ley de Presupuesto 2020. Fueron Esteban Borgonovo y Juan Carlos Zabalza los que en forma discreta consiguieron moderar la primera hostilidad fuerte entre los protagonistas centrales de la política que viene en la provincia de Santa Fe.
Quien será el ministro de Gobierno de Omar Perotti y el histórico legislador socialista construyeron el puente que evitó profundizar una batalla de múltiples efectos que, inesperadamente, empezó demasiado rápido para el gobernador entrante. Con trato de hace más de tres décadas, coincidieron en lo esencial para sortear las vallas que hicieron traquetear la transición.
Perotti ganó las elecciones a gobernador. Lifschitz ganó las elecciones legislativas. Todos quisieron cuidar su parte. Borgonovo y Zabalza entendieron virtuosamente que había que buscar una transición razonable basada en el voto ciudadano. Con un trabajo empeñoso se llegó al armisticio. Por un lado se acordó que Lifschitz le entregará a Perotti los atributos de mando en el Salón Blanco de la Gobernación y que luego el rafaelino asumiera en la explanada de la Casa Gris en un acto público frente a adherentes. Por otro se le otorgó en el presupuesto la posibilidad de tomar deuda hasta 12.300 millones de pesos y se habilitó a destinar un 40 por ciento de gastos de capital, por ejemplo inversiones en obras públicas, para gastos corrientes, lo que permite el alivio de afrontar pago de salarios y aguinaldos.
Esta tregua es importante porque produce para cada facción en disputa algo de provecho. Pero el bálsamo momentáneo no acaba con las tensiones ni las vuelve invisibles. Un título reciente afirmó que Perotti tiene presupuesto elaborado por Lifschitz. Auténtico, aunque faltó agregar: “Y de los senadores peronistas”.
En esa notoria rebelión de un grupo de seis senadores del PJ encabezados por Armando Traferri, del departamento San Lorenzo, está la principal novedad de la política de coyuntura en la provincia. Al recuperar para el peronismo la provincia de Santa Fe en junio, Perotti se convirtió, en forma indiscutible, en el principal líder del partido. Pero si bien fue la cabeza de esa victoria, el éxito electoral se edificó con la concurrencia de sectores muy variados que coronaron la unidad, en una construcción donde no hay un único cacique.
Los senadores peronistas le exigieron a Lifschitz que remitiera el presupuesto antes de la asunción de Perotti. Y este plantón inocultable generó una interpelación desde adentro que puso a medir, muy fuerte y muy rápido, el poder real del mandatario electo.
No es moco de pavo la interna peronista. Nunca lo fue en un partido con segmentos que cuando son convergentes alcanzan los mayores logros y, cuando son divergentes, las mayores incertidumbres. Perotti se encontró antes de asumir con una secuencia de reveses que examinaron su liderazgo.
El primero de ellos fue la insinuada reforma constitucional con reelección para la que creyeron contar con 34 votos, pero rápidamente se evaporó como posibilidad. El segundo fue el Presupuesto minado desde adentro por la posición incólume de seis senadores peronistas. El tercero, el hecho de que Lifschitz será presidente de la Cámara de Diputados al resbalar el intento de proponer a un radical (sonaba Darío Boscarol) para el cargo. El cuarto fue la aprobación de los pliegos de Jorge Henn y Gabriel Savino como defensores del Pueblo de zonas norte y zona sur hasta 2024.
No hay uno solo de esos contratiempos para Perotti en los cuales Traferri no haya participado como actor principal. La intención del experimentado dirigente sanlorencino fue exponer que, si el poder no se comparte, estos son los resultados.
La prematura interna del PJ pone en evidencia que en un esquema de construcción hecha de aportes parciales los líderes están expuestos a sobresaltos. Le pasó a María Eugenia Bielsa en 2011, cuando los peronistas que nunca hubieran llegado a sus bancas sin ella produjeron una asonada que le arrebató el timón y la dejó fuera de la presidencia de la Cámara de Diputados.
Y ahora le pasa a Perotti con Traferri, que no ha cesado de exhibir que puede romper los puentes si se lo propone y que, a la vez, tiene los ladrillos para rearmar los puentes rotos. También desde el inicio mostró su capacidad de armar trincheras con una foto, algo sepia, con el ex gobernador Víctor Reviglio y el ministro de la Corte Suprema, Rafael Gutiérrez, que de paso tendrá a un hijo suyo como secretario parlamentario en el Senado.
En el Presupuesto 2020 los senadores se aseguraron que el 30 por ciento de la deuda a tomar podrá ser destinado a municipios y comunas, que es exactamente lo que robustece sus posiciones de poder en sus departamentos.
Debajo de ese silencio blindado que caracteriza su hacer político y de ese estilo donde ni los más próximos tienen llegada plena, Perotti es cualquier cosa menos improvisado. Y de alguna manera ya ha empezado a descorrer, diría el escritor Roberto Bolaño, el tupido velo que cubre a Traferri: quien se menciona como su ministro de Seguridad, Marcelo Saín, ha remitido mensajes en estos últimos días en la prensa que ponen el foco, inequívocamente, en aliados o tutelados del senador sanlorencino en momentos problemáticos.
Desde la semana pasada el fiscal regional de Rosario, Patricio Serjal, trastabilla en su cargo. La diputada Alicia Gutiérrez pidió una investigación en su contra en la Asamblea Legislativa por haber comprado dos vehículos en una concesionaria a cuyo dueño había favorecido un mes antes con una medida judicial. Saín dijo que por esa sospecha, más otros manejos que objetó de la política de persecución, tiene una mirada crítica de su desempeño.
Serjal es quien, como fiscal regional, desmanteló la Unidad de Delitos Económicos que en 2017 investigaba denuncias por enriquecimiento ilícito presunto y manejo de subsidios a cuatro senadores, en el momento en que a la Legislatura se otorgó el control del régimen disciplinario de los fiscales, una iniciativa de la que Traferri fue abanderado. En la crítica a Serjal claramente Saín puso todas las piezas del rompecabezas en la bolsa.
La semana pasada ocurrió también que dos fiscales de Rosario avanzaron contra dos comisarios de San Lorenzo al acusarlos por delitos económicos en la misma causa que a Esteban Alvarado, presunto líder de una organización criminal de envergadura, ligada al narcotráfico.
Uno de los comisarios, Gustavo Spoletti, destinado en San Lorenzo, es un oficial de referencia y de contacto para Traferri. Después de esa audiencia al jefe de policía de San Lorenzo, Gonzalo Paz, le fue pedida la renuncia. Paz es otro hombre dilecto del senador sanlorencino que vio en estos movimientos una amenaza velada a su posición. “Saín está buscando cosas para meterme preso”, le dice a sus próximos.
Lo que hay en el PJ son minorías activas que pujan por conducir o, más bien, por mostrar que conducir no es algo tan sencillo. En esta puja por el control del manubrio la situación de la vicegobernadora electa Alejandra Rodenas es motivo de conversación en cada espacio partidario.
Desde que asomó la discordia la ex jueza penal rosarina está en una situación incómoda. Llegó a compañera de fórmula de Perotti impulsada por el grupo de senadores que conduce Traferri. Por lo que la pregunta en esta puja palpable es cómo se conducirá.
En las tempestuosas jornadas del debate de presupuesto el enigma sonó fuerte y a diario. “Ni con Omar ni con Traferri hay margen para estar en las dos orillas y elegir a uno es decepcionar al otro”, se escuchó decir a un importante legislador peronista.
“Democracia es el juego de una transición que no termina nunca”, escriben Martín Rodríguez y Pablo Touzón en su libro La grieta desnuda. A diez días del recambio de autoridades, la incógnita central en el peronismo es si va o no a haber arreglo. Una pregunta que cascabelea con potencia incendiaria cuando la gestión todavía no arrancó.
Fuente: Aire de Santa Fe