En su intento de domar la crisis económica heredada, zigzagueó entre la ortodoxia y la herodoxia económica. Buscó tres objetivos inmediatos: reactivar la economía, reducir las expectativas inflacionarias y pavimentar el camino de la renegociación de la deuda. Pero todavía nadie quiere arriesgar pronósticos sobre los posibles resultados.
FUENTE: Aire de Santa Fe- Por Laura Serra.
En su primer mes al frente del Gobierno, Alberto Fernández se mostró como un presidente hiperactivo en sus intentos por domar la crisis económica heredada aunque, paradójicamente, se mantiene sin revelar el plan económico integral que prometió para afrontar los dos problemas que más aquejan a la economía, la caída en la actividad productiva y la inflación. En este corto período que transitó como presidente, Fernández zigzagueó entre la ortodoxia y la herodoxia económica con el deliberado objetivo de ganar tiempo hasta cerrar el acuerdo de renegociación de la deuda; en lo político, entretanto, buscó acaparar la escena y la toma de decisiones ante la necesidad de demostrar que «no hay doble comando» con su vicepresidenta y mentora, Cristina Kirchner.
En materia económica, Fernández primero accionó los botones del sector derecho y sorprendió (gratamente) a los mercados con una serie de iniciativas «ortodoxas» que no estaban en su libreto original de campaña. Entre esas medidas se destacan:
*Aumento generalizado de impuestos, entre los que se destacan subas en bienes personales y el polémico impuesto solidario PAIS, que grava con el 30% los gastos y la compra de divisas en moneda extranjera. Con este «impuestazo» (como calificó la oposición), al que combinó con un endurecimiento del «cepo» cambiario el Gobierno pretende «desdolarizar» la economía y recaudar el equivalente a 2 puntos del PBI, un logro que pretende exhibir al FMI y a los acreedores extranjeros en renegociación de la deuda actualmente en marcha.
*Aumento de los derechos de exportación. Si bien antes de la asunción de Fernández se intuía que el nuevo gobierno apelaría a una suba de las retenciones agrícolas, sorprendió a los productores agropecuarios que estos incrementos se instrumentaran sin previo diálogo con la Mesa de Enlace, como el propio candidato había prometido. Por decreto de necesidad y urgencia, el flamante jefe de Estado fijó en el 30% las retenciones para la soja y en el 12% para trigo y maíz, y dejó latente (por ahora) otra suba del 3% autorizada en la ley de emergencia económica. La Mesa de Enlace no cortó el diálogo pero se declaró en estado de alerta.
*Jubilaciones: durante la campaña, Fernández se comprometió a no perjudicar al sector pasivo. «Si tenemos que elegir entre los bancos y los jubilados, vamos a elegir a los jubilados», fue una de sus frases proselitistas más aclamadas. Sin embargo, la megaley de emergencia económica que impulsó en el Congreso congeló, por 180 días, la actualización de los haberes según la fórmula hasta entonces vigente (que beneficiaba al sector pasivo por la incidencia de la inflación). La polémica estalló porque quedaron exceptuados del congelamiento los regímenes jubilatorios «de privilegio» que benefician a los jueces, diplomáticos y funcionarios del Poder Ejecutivo. Fernández prometió un proyecto para modificar estos regímenes previsionales especiales, pero el texto de la iniciativa aún no está cerrado.
Los mercados celebraron estas primeras medidas ortodoxas adoptadas por Fernández, pero no pudieron festejar demasiado. Acto seguido, el Gobierno accionó los botones del sector izquierdo de la botonera de la economía en un intento por demostrar que sus promesas de campaña no fueron palabras al viento. Entre esas medidas figuran:
*Despidos: Impuso por decreto la doble indemnización para los despidos sin justa causa por el lapso de 180 días.
*Tarifas: El Gobierno propuso un plazo de 180 días para cambiar el esquema tarifario; en ese lapso dispuso mantener congeladas las tarifas de gas y de electricidad. Al mismo tiempo dispuso congelar las tarifas de transporte de la Capital y del área metropolitana, decisión que desató la reacción de los gobernadores del interior. «Se acabó el federalismo», reprochó el exgobernador y actual diputado radical Alfredo Cornejo, quien advirtió que con recursos del interior del país se mantendrán los subsidios que benefician a los porteños y bonaerenses. El Gobierno se vio forzado a anunciar un la continuidad de un fondo de 5000 millones para subsidiar al transporte en las principales ciudades del interior.
*Salarios y jubilaciones: Fernández, en campaña, prometió «ponerle plata al bolsillo de la gente» para alentar el consumo y reactivar la economía. Tras asumir como presidente, anunció dos bonos de 5000 pesos cada uno para los jubilados que cobran el haber mínimo, como así también un plus de 4000 pesos (monto menor al esperado) a los empleados tanto públicos como privados, a cuenta de las futuras negociaciones paritarias.
*Naftas: funcionarios de YPF, dirigida por Guillermo Nielsen, adelantaron que el combustible iba a subir un 5%, pero horas antes de que comenzaran a regir los nuevos precios Fernández ordenó anular la medida. La suspensión de la suba, que estaba prevista con anterioridad, provocó fricciones entre el Gobierno y la empresa.
Con este doble movimiento entre la ortodoxia y la heterodoxia económica, en apariencia contrapuesto, el Gobierno buscó tres objetivos inmediatos: reactivar la economía, reducir las expectativas inflacionarias y pavimentar el camino de la renegociación de la deuda. Pero todavía nadie quiere arriesgar pronósticos sobre los posibles resultados.
«No queda claro cuál es el rumbo económico: Fernández mostró hasta ahora un exceso de pragmatismo con el que pretende ganar tiempo hasta que la economía se tranquilice. Pero da la impresión de que el Gobierno aún no diseñó un plan económico integral», advirtió, en diálogo con Aire de Santa Fe, el senador Martín Lousteau (Juntos por el Cambio).