Mauro V. nunca imaginó que la decisión de realizar un intercambio internacional en reproducción bovina en una universidad de los Estados Unidos, en vez de ser oportunidad de crecimiento, tendría un desenlace adverso en medio del coronavirus.
De 48 años, y veterinario de la ciudad santafecina de Avellaneda, varado junto su familia está en EE.UU. a la espera de una solución por parte del Gobierno de Alberto Fernández. Como miles de argentinos en la misma situación, quiere volver y no sabe cuándo lo hará.
En enero pasado, tras haber terminado con sus trabajos de inseminación a tiempo fijo en rodeos vacunos de sus clientes, Mauro, experto en biotecnologías reproductivas, decidió aceptar la invitación del Centro de Investigación de la Universidad de Florida para realizar una especialización de tres meses.
A mediados de ese mes, junto a su mujer y sus dos pequeñas hijas se instaló en la ciudad de Marianna, al noroeste de la península de La Florida, donde se encuentra el centro de experimentación.
Todo transcurría con normalidad hasta que a mediados de marzo la situación generada por la pandemia del coronavirus comenzó a complicar su estadía, por lo que decidió adelantar su vuelta, pero la Argentina cerró sus fronteras.
En diálogo con LA NACION , Mauro V, que prefiere no dar su apellido para no personificar una situación que se replica en miles de argentinos fuera del país, señaló que sus llamadas al consulado son miles y a diario.
«Todos los días tratamos de comunicarnos, en las pocas llamadas que conseguimos nos dicen que están organizándose, que depende de Cancillería en la Argentina», dijo.
Esa respuesta no alcanza, para ellos. Desde este mes los gastos que le pagaba la universidad ya no corren más y todos los costos salen de su bolsillo. Este mes se le vence el permiso de estadía y el seguro médico. «Tratamos de gastar lo menos posible: devolví el auto en alquiler, pero solo de renta de la casa tengo 1200 dólares al mes, a eso hay que sumar la comida. Encima, sobre eso, tenemos el 30% del impuesto solidario al turismo», contó.
Mauro es consciente que en este momento difícil, él y su familia están mejor que muchos otros, con los que se mantiene en contacto en un grupo de Whatsapp creado por este tema, que están «atrapados» en el aeropuerto de Miami sin un lugar donde dormir ni bañarse.
«Por lo menos tengo un techo. No me sobra el dinero, pero priorizamos la salud de nuestras hijas que solo tienen dos y cinco años, por eso alquilamos una casa para estar seguros y protegidos de la enfermedad», indicó.
«No entendemos el impedimento de volver porque somos conscientes que ni bien pisemos suelo argentino debemos hacer la cuarentena obligatoria. A otros ciudadanos extranjeros, como a los brasileños varados, se los organiza para volver», añadió.
A pesar de altibajos emocionales, Mauro trata de que su vida no se paralice y no quedarse inmóvil. Cada mañana se sienta frente a su computadora y, de manera online, adelanta y organiza trabajo de su profesión, mientras su mujer va al mercado a comprar verduras para cocinar.
Si bien la gente de la universidad le brinda apoyo, lo que necesita es tener una respuesta cierta. «A mi suegro se le detectó una metástasis y está con tratamiento de quimioterapia. Además debo ocuparme de mi madre que está postrada. Cuando vine organicé para que alguien se encargue del cuidado de ella pero ahora ya no puede seguir y debo hacerlo yo», concluyó.