Desde que entró en cesación de pagos ya hubo varios grupos que intentaron quedarse con parte de sus negocios. La compañía procura terminar de cerrar un acuerdo con sus acreedores.
El futuro de Vicentín, la cerealera de capitales argentinos más importante, sigue sin definirse, y diferentes opciones siguen sobre la mesa de negociaciones. A principios de diciembre, la empresa reconoció que estaba “ahogada financieramente” y entró en cesación de pagos con correacopios, cooperativas, productores y sobre todo con los bancos, con una deuda que se estima en unos 1.300 millones de dólares.
Durante estos meses, mientras la compañía avanzaba en la ingeniería financiera para “reperfilar” sus deudas también comenzaron a aparecer grupos interesados en quedarse con parte de los activos; entre los que se cuentan dos terminales portuarias cerca de Rosario e inversiones importantes en el norte de Santa Fe.
Desde el inicio del proceso se habló del interés de Glencore -la compañía suiza con la que Vicentín construyó la planta de biodiésel de Renova- y también de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), que también es un acreedor importante. Y también otro jugador se está moviendo con el mismo objetivo en la mira: el ex ministro del Interior de Carlos Menem y empresario de medios José Luis Manzano, que teje alianzas para afrontar una operación compleja por la escala de Vicentín.
El armado de Manzano incluye una red de acopios nacionales, que en muchos casos proveían de granos a Vicentín y grupos financieros internacionales, como por ejemplo CarVal Investors, una compañía que perteneció al grupo Cargill (la habría vendido años atrás a un grupo de ex empleados) y se enfoca justamente en inyectar créditos en activos con dificultades financieras.
En Vicentín, una compañía de más de 90 años de trayectoria, que creció desde Avellaneda en el norte santafesino, no descartan vender ante un oferta conveniente pero también siguen intentando mantener a flote la empresa con recursos propios o con alguna alianza estratégica.
En definitiva, sigue siendo una novela con final incierto y que tiene un concurso de acreedores abierto en la justicia santafesina.