Restringir la circulación, apelar (otra vez) a la responsabilidad individual y profundizar distintas estrategias de rastreo y testeo de posibles casos . Esas son las principales acciones que para la zona metropolitana de Buenos Aires proponen cinco infectólogos y una terapista consultados por LA NACION ante la nueva fase del aislamiento por la crisis generada por la pandemia de coronavirus. Sus recomendaciones están en sintonía con las medidas anunciadas esta tarde por el Gobierno como parte del endurecimiento de la cuarentena, aunque también señalan la necesidad de intensificar los testeos.
«La gente está cansada y enojada, pero estas son las únicas intervenciones inteligentes», resume Pablo Scapellato, infectólogo del Hospital Santojanni y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI).
«Lo que hay que hacer es limitar la circulación de personas», señala Carlota Russ, miembro del comité de infectología de la Sociedad Argentina de Pediatría. «Tiene que haber más controles, hubo movimiento de gente que no debía circular. Lo que importa es que no haya en ningún caso gente reunida para que no se disemine más el virus», agrega la también asesora del jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
Otra de las finalidades del intento de bajar los casos es lograr una cierta reorganización de la manera en que se hace el rastreo de posibles contagiados, algo «perfectible» aunque ya en práctica, como confirma Scapellato por un caso cercano «al que llaman todos los días y le pidieron cada uno de los contactos que tuvo y los llamaron a ellos también».
Para intensificar esa acción hay una búsqueda de poner a estudiantes universitarios de carreras de salud y afines a colaborar en una tarea que con los números de contagiados actuales requiere miles de personas y una enorme coordinación. «Probablemente se trate de aumentar el rastreo, es algo que está en el ánimo de todos, pero tiene un límite operativo. No solo por el número de testeos sino por los recursos humanos y materiales que se necesitan. Cada persona que testea o interroga en vivo debe vestirse con elementos de seguridad en forma completa. Hay toda una operatividad que tiene un límite», dice Russ.
Detectar plus
Ese trabajo podría llamarse Detectar Plus, como mencionó otro asesor presidencial, Pedro Cahn, en una nota de este diario en referencia al Dispositivo Estratégico de Testeo para Coronavirus en Terreno de Argentina que funcionó con eficacia por ejemplo en villas y barrios de la ciudad y el conurbano.
Mientras algunos de los expertos admiten que se trata de una «vuelta atrás» por las prohibiciones de ciertas actividades, otros se ciñen a que se trata de la incertidumbre propia de lidiar con un nuevo virus, sus dinámicas y fluctuaciones, y que como sea la flecha del tiempo va en una dirección única. «Siempre se dijo que la situación era dinámica y tenemos un pie en el acelerador y otro en el freno, es algo que podía llegar a suceder lo de volver atrás», dice Florencia Cahn, infectóloga de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología. «Actualmente hay una situación de poco control de la circulación de personas y se suma que todavía, aún con el número de casos en aumento, hay una baja percepción del riesgo. A una parte de la población le falta cumplir las medidas y las recomendaciones», agrega Cahn, que forma parte del grupo de expertos que asesora a la presidencia de la Nación.
«Sabemos hoy que lo que más funciona es el distanciamiento social, por lo tanto más allá del tipo de cuarentena decidida, lo importante es tener conciencia de que lo que hay que mantener mientras dure la circulación es el distanciamiento social. La gente tiene que saber que debe acotar sus movimientos y actividades a las imprescindibles. Reuniones sociales y ejercicios deberían postergarse hasta que el virus esté controlado», aporta por su parte Daniel Stecher, jefe de la división de infectología del Hospital de Clínicas (UBA).
En este sentido es que aparece otro de los elementos que deben sumarse como parte del esfuerzo colectivo para limitar los efectos de la pandemia: la responsabilidad individual. Uno de los que lo menciona es el ex presidente de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) Lautaro de Vedia: «Decida lo que decida el Gobierno, cada uno tiene que ser responsable y seguir las recomendaciones de mantener la distancia, usar el tapabocas y lavarse las manos». De Vedia cuenta que lamenta mucho las nuevas/viejas restricciones «porque tienen costos psicológicos, económicos y sociales, desde ya es una mala noticia. Pero es necesario. Tenemos que tratar de volver a aplanar la curva como al principio, cuando se trabajó muy bien. Tenemos esa obligación como sociedad».
«Hay una circulación muy marcada que conviene detener. Hasta se ve gente sin barbijos. Eso tiene consecuencias. La pandemia tiene una lógica de reproducción y si no hay aislamiento los casos aumentan», comenta Elisa Estenssoro, jefa del servicio de terapia intensiva del Hospital San Martín (de La Plata) y expresidente de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI). «Por momentos parece que no hay real conciencia del peligro que implica todo esto. Parecería que la gente cree que no le va a pasar, cuando sabemos que el 5% de los contagiados irán a terapia intensiva, donde allí la mortalidad puede ser de un 50 o 60%», completa Estenssoro, también miembro del comité ejecutivo de la federación mundial de la especialidad.
El tema es saber con qué reservas económicas y emocionales se cuenta. «Luego de cien días estamos todos cansados y es razonable, más que razonable sobre todo para la gente que está necesitada de salir para ganarse el sustento», dice Scapellato.
Largo plazo
Por último, otra de las situaciones que trajo la pandemia es la abolición del futuro, la llegada del más extremo y generalizado día a día. En ese contexto, cuando se les pregunta a los infectólogos cómo se imaginan el 18 de julio, es decir, apenas terminada la nueva fase restrictiva del aislamiento en el área metropolitana, se limitan a decir que es ir demasiado lejos.
«Creo que lo que hay que ver es el día a día; uno supone que se va a aplanar un poco la curva, pero no me animaría a predecirlo con certeza. No vamos a pasar de 2600 casos diarios a 300; sin embargo, sí debería detenerse la curva exponencial», dice Russ. «Es muy largo plazo mediados de julio; estamos para ver el día a día, hay múltiples variables y a la vez ninguna recomendación se hace por números de uno o dos días; es bien compleja la situación», dice Florencia Cahn y completa: «Hay un nivel de cansancio lógico, todos lo tenemos, pero ahora tenemos que comprometernos más que nunca». Cierra Scapellato: «Puedo imaginar un futuro con aperturas y cierres periódicos y de acuerdo a los resultados. Que, si se analiza finamente, en rigor no es distinto de lo que se dijo desde el principio».
¿Y si la gente no cumple las nuevas obligaciones? Esa es una historia que posiblemente los médicos no estén en condiciones de responder, aunque sí sufrir.